Este camino
que ya finaliza comenzó hace tres años. Mourinho asumió el riesgo tras la
comodidad del éxito logrado en Italia dónde había hecho la hazaña de ganar la
triple corona, Liga, Copa y Champions y donde bien podría haberse quedado de
haberlo querido para sumar las Supercopas y el Mundial de Clubes como hizo
Guardiola, pero Mourinho es honrado y sabe que esos no son más que títulos
menores que no engrandecen sino el ego del acomplejado.
En estos tres
años de blanco no solo logró títulos; títulos que como todos al paso de los
años acaban diluyéndose en el montón (afortunadamente para el Madrid); sino que
logró primero destapar, enfrentar y derrotar al enemigo número uno del Madrid,
el Barcelona en su mejor versión histórica. Y para lograrlo actuó como ningún
otro se hubiese atrevido. Primero enfrentándose a la UEFA que beneficiaba de
manera ostentosa pero implacable a un gran equipo de fútbol, que a pesar de
serlo necesitó de Obrevö y compañía para extender su fútbol a las vitrinas. No
olvidemos que sin aquella vergonzosa Champions ante el Chelsea solo hubiera
optado a ganar dos títulos más la supercopa de España y no los cacareados 6.
Mourinho se
jugó su nombre, su carrera y hasta su físico por destapar un escándalo
histórico, de tal manera que permitiera que su club, el Real Madrid, pudiera
también optar a los títulos que mereciese. Y lo logró, ganando títulos de Liga, Copa y Supercopa
quitándoselo de las manos a ese engendro futbolístico-estamental que fue el
F.C. Barcelona. Y no lo hizo de manera mediocre, sino con la Liga de los
Records de 100 puntos y 121 goles. Se enfrentó a otra enfermedad futbolística
del Madrid, y tras 20 años de intentos fallidos con derrotas ante equipos de
2ªb incluida, ganó la Copa del Rey; si, también frente al Barcelona.
Además de ello
encaró la difícil tarea de resituar al Madrid en Europa. Para ello logró luchar
contra un mal que se había convertido en endémico en el club blanco. La
vergüenza que pasaba año tras año en la Champions, cayendo en octavos ante
equipos menores, haciendo pasar a su amplia congregación mundial un bochorno de
órdago.
Convirtió a
ese equipo de risa, de nuevo como cabeza de serie y llegó a tres semifinales de
Champions. La primera se perdió por el Escándalo del Bernabéu con aquella
expulsión del malagradecido de Pepe. La segunda se perdió en los penaltis
porque Ramos sacó el balón de la órbita terrestre. Y la tercera se perdió por
la falta de actitud y agresividad del equipo reconocida por el capitán del
Madrid Sergio Ramos.
Todo esto y a
pesar de no poder ganar la Champions, ha significado un cambio de cara brutal
del Real Madrid en el mundo. Y no solo por tener a Cristiano, como muchos usan
como acusación, pues el crack portugués ya perdió los tres títulos con el bueno de Pellegrini.
SOBRE DEL BOSQUE:
SOBRE DEL BOSQUE:
Algunos han
instado a acotar la vergüenza blanca en ocho años, y usan a Vicente del Bosque
como arma arrojadiza. Tienen la memoria corta pues solo hablan de las Champions
de la “autogestión” como la conocen muchos de los jugadores que las
consiguieron. Olvidan que
con Del Bosque el Madrid pasó la humillación de quedar un año 5º Clasificado y
otro año 4º en las ligas del ridículo. Olvidan la humillación de ser eliminados
por el Toledo en la Copa. O del Ridículo más espantoso que pasó perdiendo la
final de la Copa el año del Centenario del Madrid, en el Bernabéu!, Ante el
Deportivo de la Coruña. Así mismo
podríamos recordar cómo el potente Galatasaray, del que ahora se ríen muchos,
sonronjó a ese Madrid de Del Bosque quitándole la Supercopa de Europa, o la
cara que se le quedó al Madridismo cuando el Boca se llevó aquella
Intercontinental. También
podemos recordar cuando este hipócrita sentó a Casillas, pero esa vez, no fue
con la honrada vara de entrenador de Mourinho; Del Bosque lo quitó porque se lo
dijo que lo hiciera Hierro. Todo eso pasó
con Del Bosque, ese gran estratega del fútbol mundial al que tuvieron que
obligar, desde la planta noble del Bernabéu, a que alineara a Zidane, en quien
no veía gran cosa.
En el fútbol dos más dos no son cuatro, todos quienes trabajamos en este maravilloso pero injusto y aprovechado mundo lo sabemos. Lo más que puede hacer un entrenador es sentar las bases que hagan a un equipo, competitivo en todo lo que juegue y esperar que esos pequeños detalles que deciden los partidos claves caigan a su favor y abandonen al rival. Es eso y no más, y Mourinho con lo que ha estado de sus manos lo ha logrado con creces.
El capítulo
final ha sido el más triste de todos. Porque es el que ha enfrentado al núcleo
duro del vestuario con el entrenador. Mientras Mourinho fue un gladiador sin
descanso contra los enemigos externos, los jugadores con Casillas a la cabeza,
lo aplaudían desde la barrera, pero desde que los tocó a ellos, a su ego
empedernido, la cosa cambió. El enemigo empezaba a estar en casa.
El primer
desplante ocurrió cuando Casillas decidió abandonar a su ejército para llamar y
pedir perdón con melosidad a los capitanes del Barcelona entregando, sin
permiso del general, las armas que había depositado en cada uno de sus
compañeros de batalla. Esa traición fue la base de todo lo que vino después.
Porque tras el primer engaño, la confianza es un tesoro perdido en las
profundidades de la psique humana.
Así han ido y
viniendo los largos meses acabando en el bochornoso abandono de esta liga en
“Octubre” que mereció mil broncas de un entrenador que prefirió no desbaratar
más el muñeco y aguantar por la espera de una “Décima” que acabaron entregando
los jugadores en Dortmund.
Por el camino
vino Diego López para adecentar una relación Madrid-Portería que ya estaba
siendo de risa, con un Casillas que, sin competencia, jugaba por decreto. Cada
año peor y con el apoyo incondicional de una prensa bobalicona vendida a la
entrevista ñoña. Que solo ha sabido observarlo y tratarlo con el piloto automático
puesto desde la octava.
Un Casillas
del que fríamente podemos reconocer sus paradas imposibles, pero un portero no
es solo eso. También es autoridad en el área, control de la línea de cuatro,
valentía en los balones aéreos y buen manejo de los pies tanto en los saques
largos como en los desahogos de la defensa. En todo eso que le falta, Casillas
hace años que decidió no mejorar porque su sitio estaba asegurado.
Y ante alguien
que no quiere aprender no se puede intentar enseñar y tras las puñaladas con
filtraciones continuadas y escandalosas, Mourinho ya no tenía ganas sino de
apartar el problema a un lado del banquillo.
Y amenazaron
Los correveidiles de Casillas con que podía marcharse, qué risa, ¿Cómo se va a
ir a un sitio donde lo traten como uno más? Así no sabe vivir.
Una vez todos
intuyen que Mourinho no iba a seguir, las ratas comenzaron a salir sabiendo que
sus palabras ya no tendrían consecuencias y si muchos “palmeros”.
Aquellas
ruedas de prensa en las que Mourinho contestó a Cristiano, Pepe y acabó con
Casillas, tenían su razón de ser. Lo de Cristiano se explica fácilmente.
Preguntado por la continuidad de Mou el crack portugués dijo “A mí eso no me
importa”, y lo dijo una semana después de que su entrenador defendiera
públicamente la necesidad de la renovación de Cristiano, por el bien del
jugador y por el bien del Madrid.
Por otro lado,
Pepe que había sido defendido a capa y
espada por Mou en innumerables ocasiones se puso esta última vez del lado de
Casillas, apuñalando a quien le defendió frente a todos. Quizás porque está en
el peor momento de su carrera y necesita que quien mandará, cuando Mou se fuera,
le apoyara ante Florentino.
Y por último
Casillas, ese capitán que calló en todos los campos en los que llamaban
“asesino” a Pepe, que no celebró los goles de Cristiano incluso en aquella
remontada espectacular al Manchester City. Calló cuando jugadores del Barcelona
llamaron mentiroso a Arbeloa y Callejón, sus propios compañeros. Y que en medio
de la unión de todo el Madridismo para luchar por una remontada ante el
Borussia, decidió salir a los medios a airear su mala relación con el
entrenador. Al dia siguiente de ser eliminados salió en una tarea publicitaria
vestido con los colores del Borussia, claro, lo obligaron. A ése capitán, al
acusado como mayor filtrador de los últimos tiempos, más preocupado por la
selección que por el Madrid, José Mourinho lo puso en su sitio.
Ante un
problema jugadores-entrenador yo generalmente, estoy del lado del entrenador,
porque es el viajante honrado al que no le suele dar más tiempo en un club que para
intentar lograr el éxito de manera efervescente sin tiempo para anquilosarse en
la entidad. Mourinho no iba a ser una excepción y más teniendo en cuenta que ha
sido el único entrenador de la historia del fútbol que ha logrado que se cree
un movimiento, una rama del fútbol llamada Mourinhismo.
Él, también ha
derrumbado, ante quienes queremos ver, el grueso maquillaje de un nutrido grupo
de “periodistas” enfermos de egomanía que no han soportado el liderazgo
carismático innegable del entrenador portugués y que han actuado como cutres
correveidiles de los chivatos que mantienen sus carreras, a base de
filtraciones mentiras y confusión y que han salido como vergonzosos escuderos
de aquellos del vestuario que no soportan que la atracción del Madrid sea un
entrenador, que además no ha dudado en ponerlos contra la pared, como se había
atrevido nadie. Aunque haya sido lamentable, el positivo resultado ha sido que
quedara al descubierto el entramado de egos y miedos que generan en sus
compañeros que han mostrado a quién hay que pelotear para asegurarse una
renovación de contrato. Y tener por primera vez en la historia, el organigrama
de periodista y jugador-filtrador al destape total. Destapado también ha quedado Florentino Pérez, quien se acobardó ante Casillas y Ramos y al final ha
entendido que tenía que elegir entre Mou y él mismo, pues si se cargaba a
los capitanes al él lo harían dimitir, otra vez.
Éste ha sido
el final de una etapa que se antojaba gloriosa, no lo fue tanto, pero ha sido inolvidable y ha
dejado muchos jugadores con la careta en el suelo; a quienes ahora, y gracias a
José Mourinho, ya nadie tendrá miedo.
El Madrid que
deja tras de sí Mourinho es otro bien distinto al que cogió. Era un muñeco
deslavazado del que todos se reían y lo ha convertido en una entidad respetada
en todas las competiciones. A ver en qué lo convierten ahora el que venga y los
que se quedan, esos sí que anquilosados.
El fútbol
español va a ser muy aburrido.